Phoebe Plummer, de 23 años, y Anna Holland, de 22, han sido sentenciadas a dos años y veinte meses de cárcel, respectivamente, por causar daños al marco de un cuadro en la National Gallery de Londres. Las activistas, pertenecientes al grupo Just Stop Oil, arrojaron sopa de tomate sobre la obra de Vincent van Gogh, aunque la pintura no fue dañada gracias a un cristal protector, el marco del cuadro resultó afectado, con un coste estimado de reparación de 10,000 libras (aproximadamente 12,000 euros).
El incidente ocurrió cuando Plummer y Holland, usando camisetas del grupo ambiental Just Stop Oil, realizaron una protesta en la National Gallery el pasado octubre. Ambas arrojaron el contenido de latas de sopa de tomate sobre el cuadro "Los girasoles" de Van Gogh, y luego pegaron sus manos a la pared en señal de protesta. Aunque la obra no fue dañada directamente, el marco dorado, que había sido adquirido por el museo en 1999 por 28,000 libras (33,500 euros), sí sufrió daños significativos.
Este tipo de acciones forma parte de una serie de protestas realizadas por el colectivo Just Stop Oil, que busca generar conciencia sobre la crisis climática y exigir acciones urgentes para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. La organización ha utilizado tácticas radicales, como las intervenciones en museos y otros espacios públicos, para captar la atención mediática.
El incidente ha generado un debate sobre los límites de las protestas ambientales y la legitimidad de dañar bienes culturales en nombre de una causa social. Mientras que algunos activistas argumentan que este tipo de acciones son necesarias para despertar a la sociedad sobre la gravedad de la crisis climática, otros critican las tácticas utilizadas por Just Stop Oil, señalando que dañar el patrimonio cultural no es una forma efectiva de promover la sostenibilidad.
El juez Christopher Hehir, quien dictó la sentencia, enfatizó que a las activistas "no les importaba" si el cuadro se dañaba o no, y lamentó que la acción pusiera en peligro un "tesoro cultural". Este caso pone de relieve la tensión entre el activismo radical y la preservación del patrimonio, una discusión que no solo afecta a Reino Unido, sino a países de todo el mundo.
El caso de Plummer y Holland se suma a una serie de intervenciones recientes en museos por parte de grupos ambientalistas. En 2022, activistas arrojaron comida sobre otras obras famosas en diferentes galerías de Europa como parte de una estrategia coordinada por colectivos ambientalistas. Sin embargo, las consecuencias legales de este caso en particular son más severas, ya que implicaron daños materiales.
Comparado con otras acciones similares, este evento destaca por las consecuencias judiciales y los daños monetarios generados. Aunque los activistas generalmente buscan atención mediática sin causar daños permanentes, este caso subraya que las acciones que involucran patrimonio cultural pueden tener repercusiones legales significativas.
El caso de Phoebe Plummer y Anna Holland plantea importantes preguntas sobre los límites del activismo ambiental y la ética de las protestas que afectan bienes culturales. Mientras el grupo Just Stop Oil continúa defendiendo sus métodos como una forma de generar conciencia sobre el cambio climático, las sentencias de cárcel para estas dos activistas envían un mensaje claro sobre las consecuencias de dañar el patrimonio cultural, incluso en nombre de una causa social.